La amenaza de un mundo cada vez más complejo está debilitando a los sistemas democráticos.
El sistema económico mundial entró en una etapa que es cada vez más excluyente y que posibilita la radicalización de las sociedades.
Las demandas sociales no solo no son resueltas por los diferentes gobiernos, sino que ya no se trata de izquierdas o derechas.
Hemos visto que en países en donde ganó la derecha, volvió a ganar la izquierda y así sucesivamente porque no se están respondiendo a las demandas sociales.
Las derechas surgen, pero luego se contraen nuevamente, en un ciclo de malestar constante. Los outsiders enamoran, pero luego desencantan.
La economía capitalista está creando nuevas fricciones en las democracias. La estabilidad del sistema democrático está necesitando mucho más que políticas públicas, ya que, hoy las guerras, los refugiados y la demanda de energía están acrecentando el desgaste social.
Las dirigencias políticas están mirando los resultados electorales (una visión cortoplacista) sin medir las consecuencias a futuro.
Gobernar no se trata solo de “llegar” al poder, sino mantenerlo y atender los problemas estructurales. Y la dinámica social está mutando hacia un escenario que la clase política no ve o no quiere ver. El status quo se está modificando y los cambios sociales están yendo a una velocidad mucho más rápida de lo que un Gobierno y su oposición pueden percibir. Fallar en el diagnóstico, es fallar de entrada.
La desconexión con la realidad es total en el mundo porque nadie se ocupa del presente, por lo tanto, el futuro seguirá siendo incierto.
Vamos hacia un mundo cada vez más desigual, con trabajos más precarizados, con brechas sociales e índices económicos que asustan, con desastres naturales – producto del calentamiento global – sin precedentes, vamos hacia una destrucción completa del pasado, de cómo entendimos y vivimos en ese mundo que ya no existe.
La dirigencia se quedó en el siglo pasado. Creyó que adaptarse a las redes sociales, a los nuevos medios de comunicación, era suficiente para llegar a sus electores, pero se olvidó de que la realidad es mucho más compleja que eso. Se olvidó de que ya es un nuevo mundo, uno diferente al que les tocó vivir a sus antecesores. Ya no se trata solo de ganar una elección.
Las sociedades se complejizan, mientras la política sigue mirando hacia un horizonte tergiversado por sus propios ojos.
Por: Carolina Dávila, Licenciada en Ciencia Política y periodista acreditada en el Congreso de la Nación
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