Sabemos que el ajedrez es un juego en el cual cada movimiento importa, se estudia de manera minuciosa al oponente, se lo observa y se piensa en cuál será la próxima jugada para sacarle ventaja y arrinconarlo.
La política tiene –en gran parte– la misma lógica. Funciona desde una perspectiva de jugador. El que mejor estrategia tiene y quien mejor conoce a su adversario ya juega con ventaja, pero muchos se olvidan de que la sociedad es – en definitiva – quien toma la decisión de darle poder a un jugador (o político).
En la última semana se puso sobre la mesa la derogación de las PASO (Primarias, abiertas, simultáneas y obligatorias), una estrategia electoral que le sirvió al kirchnerismo y, también, a la oposición durante estos años. Reacomodó la oferta electoral, posibilitó la creación de coaliciones de partidos políticos y terminó polarizando las elecciones.
El Congreso de la Nación da cuenta de ello y los consensos cuestan cada día más.
Pero no todo queda en cada coalición, sino que ahora están saliendo a la luz las disputas entre dirigentes del mismo espacio.
La pelea entre Patricia Bullrich y Felipe Miguel; Elisa Carrió sumando más leña al fuego; Mauricio Macri jugando de árbitro, pero también queriendo ser titular; Horacio Rodríguez Larreta, preocupado por quién será su sucesor y si lo dejan ser candidato a Presidente.
Asimismo, el radicalismo queriendo ser protagonista y confrontando con el PRO. Cuestionando a los candidatos de sus aliados y un Gerardo Morales, Martín Lousteau y Facundo Manes jugando a todo o nada.
Si algo se sabe en política es que el fuego amigo es mucho peor que el viene de tu rival y en eso se ha transformado la dirigencia política, concentrada en la elección del 2023 y la continuidad del poder.
Y en el Frente de Todos no se quedan atrás y, también, tienen su propia novela. El presidente Alberto Fernández se ha transformado en una suerte de sombra sin poder alguno, sin agenda propia y esperando una segunda oportunidad para su reelección. Se niega a eliminar las PASO y se sube o se intenta subir al ring para pelear un nuevo mandato. Sergio Massa, uno de los heridos en las elecciones de 2019, busca ir por todo y que, está vez, ‘lo dejen ser candidato a Presidente’.
Cree que con una agenda económica puede estabilizar las variables y lanzarse de lleno a una pileta que todavía no sabemos si estará llena o vacía. Su capital político se juega en la economía y aunque, aún así, no llegase a realizar una buena performance, irá por lo que le “quitaron” en el 2019. La Presidencia de la Cámara de Diputados, como un premio consuelo, no le alcanzó.
El líder de La Cámpora, Máximo Kirchner pareciera ser el más sensato. Hace rato que viene advirtiendo que si se continúa por el mismo camino, no habrá 2023 y que, sospecha, que su madre (Cristina Kirchner) no será candidata.
Mientras, el gobernador de la provincia de Buenos Aires, Axel Kicillof, del cual se habla poco en los medios, intenta posicionar a la vicepresidenta y dice que hay muchos que piden “Cristina 2023”, pero lo cierto es, que desde el atentando contra la vice, no se sabe si ella está de acuerdo con las políticas económicas de Massa, si aún queda algún ministro que no le agrade, aunque ya cuestionó el aumento de las prepagas (¿Carla Vizzotti en la mira?).
La política se encuentra navegando en el medio de una tormenta, sin brújula y a oscuras. Una comunicación poco asertiva, tanto interna como externa y una gran falta de acuerdos políticos entre los “futuros gobernantes”.
Contando las horas para que llegue el mundial, todos quieren subirse al ring para pelear por un puesto, pero sin tener en claro los objetivos, las metas o un plan de gobierno. Y olvidan lo más importante: en las democracias contemporáneas ya no es solo ganar. El sabor a poco que se está viviendo en la sociedad es el reflejo de la falta de canalización de las demandas y la permanencia de la política tradicional pone a prueba a la vieja estructura partidaria.
La política ya está en jaque mate, como en el ajedrez, pero su rival ya no es otro oponente político, sino la sociedad.
Por: Cárolina Dávila, Licenciada en Ciencia Política y periodista acreditada en el Congreso de la Nación
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