DEBATES

«Ha llegado el momento…»

“El precio de desentenderte de la política es que terminarás siendo gobernado por los peores hombres”.  Platón…

Tal vez no pueda aplicarse mejor la expresión “un arma de doble filo” que a la palabra. Tal vez nada como ella misma sirve lo mismo para expresar lo más noble y benéfico y a la vez lo más despreciable. Así, la palabra, sea dicha o escrita ha servido siempre para impulsar la grandeza o para denigrarla. Por la palabra el ser humano alcanza y demuestra la sabiduría, la gloria, y también, lamentablemente, la ignominia.

Las palabras, rara vez, dejan de ocasionar alguna reacción. Constituyen de por sí una energía en acción, una fuerza en movimiento y en ella radica a la vez su valor y su peligro. Por una palabra puede perderse un hombre, o una mujer, y por otra, una persona perdida puede salvarse.

Por tal motivo, -lo notamos en esta campaña electoral pre PASO- es tan decisivo cuidar las palabras antes de expresarlas. Cuando están dichas son las piedras ya echadas a rodar.  Cuando sobran, las palabras abruman, pierden eficacia y el discurso en lugar de persuadir, aburre. También son ociosas cuando elogian en demasía, resaltan lo obvio o intentan convertir en trascendente lo trivial. Nunca son peores que cuando se utilizan para ocultar la verdad en lugar de revelarla.

Las palabras pueden llevar alegría o tristezas. Están ahí para enaltecer o hundir.

A veces no da lo mismo una palabra que otra, por mucho que el diccionario nos diga que son sinónimos.

Con su uso incorrecto los discursos pueden cometer crimen de lesa verdad al manipular las palabras, forzándolas a ir más allá de la idea que ellas connotan, y es evidente en la desesperación de los precandidatos por capturar el voto joven.

Las palabras no son adornos, son los materiales de nuestro pensamiento.

Decía Kapuscinski, -un gran maestro de periodistas- que el comienzo de las guerras no lo marca el primer disparo con un arma de fuego sino el cambio del lenguaje. El lenguaje del odio llega antes que las bombas.

«Las palabras no son ni inocentes ni impunes, por eso hay que tener muchísimo cuidado con ellas, porque si no las respetamos, no nos respetamos a nosotros mismos.”

 «Las palabras no son una cosa inerte, de la que se pueda disponer como a uno le venga en gana»

Toda recomendación parece poca para prevenir los efectos de las palabras. Debemos conocerlos no sólo para cuidar los propios dichos sino, para no ser víctimas de las palabras engañosas que tan de continuo acaparan nuestros oídos y nuestro pensamiento.

Procuremos estar alertas y aprender a dilucidar su sentido, sabiendo separarlo que tienen de cierto y lo que se mezcla de engañoso, pues desde luego son muchos los que intentan sorprendernos y perjudicarnos con palabras falaces. La mejor pauta o técnica discriminativa es compararlas siempre con los hechos. Sólo cuando hechos y palabras concuerdan podremos  librar la confianza a quien nos brinde aquella coincidencia.

“Los países no cambian cuando cambian sus dirigentes, sino cuando cambia el pueblo y éste cambia a sus dirigentes”, manifestó Jorge Enrique Robledo.

Ha llegado el momento

Ha llegado el momento, -y la Argentina lo necesita- de pensar en una nueva estructura política, demográfica y laboral, donde debe morir la vieja sociedad argentina, con sus privilegios y sus castas feudales en las distintas organizaciones. Los derechos del hombre deben marcar un nuevo mundo moral, donde desaparezca el siervo y debe nacer un nuevo ciudadano con derechos, pero también con obligaciones y el principio de autoridad pierda la aureola que le ciñeron la ignorancia y el servilismo.

La moral de cada uno lleva la impronta de su conformación espiritual; es la suma de sus convicciones, por herencia y por adopción, y también reflejan el medio en que se crio o se desenvuelve. Es evidente que la moral es el resultado de toda la vida ceñida a determinados principios. Alguien dijo que, así como basta un minuto para hacer un héroe, se necesita toda la vida para hacer una persona buena.

Es necesario pensar

Pensar, antes de obrar, o para revisar nuestras creencias, evaluar hechos y rectificar nuestros actos. Volver a utilizar el sentido común. Desde luego, cada ser posee su propio bagaje de pensamientos, sus criterios, sus experiencias, pero si se ama la verdad, hasta donde es posible alcanzarla, si se buscan los contenidos deponiendo todo condicionamiento, todo aparecerá con claridad. Cierto escepticismo no involucra pesimismo, así como la ironía no contradice la profundidad.

“Hacer depender la justicia de las conveniencias humanas es destruir la moral”, sostenía Cicerón.

El funcionario que no cumple sus deberes y/o promesas o roba el dinero público debe ser considerado un delincuente y debe ir preso, y así lo debe entender la justicia, porque está matando nuestra economía, las esperanzas de nuestros jóvenes, nuestro futuro y robándonos el orgullo que debemos tener como país. Qué lástima que no sale a la calle tanta gente para pedir que los organismos funcionen, que los funcionarios que gobiernan no se crean que son una casta privilegiada, que dejen de robar, de ocupar tierras, que los jubilados no sean la variable de ajuste constante, que los delincuentes estén donde deben estar y los políticos y sindicalistas delincuentes devuelvan lo robado. La mentira, el relato, la cleptocracia y la impunidad, siguen el mismo manual desde hace muchas décadas. Han sido muchos años de prácticas lamentables que han colocado a la corrupción, la impunidad, la discriminación y las abiertas desigualdades sociales como forma de vida y parece como que nos hemos acostumbrados.

Políticos y ciudadanos, que viven “por las nubes de Úbeda”, no advierten que hace muchas décadas que entramos en una espiral descendiente en casi todos los aspectos de nuestra vida cotidiana. Estamos en una constante vuelta al pasado, protagonizada por escaramuzas verbales que sólo conducen a la distracción de los verdaderos problemas que nos angustian como sociedad. Somos un país cuyos dirigentes, lamentablemente, no miran al futuro. En 20 meses el Gobierno hizo que la inflación sea mayor al 50% anual. Starbucks cierre 55 locales, Burger King 40, que se fundan 100 mil restaurantes, más de 300 mil comercios, 30 mil Pymes, 500 concesionarias, cierren 6 frigoríficos y estén sin empleos más de 4.5 millones de familias y sólo crece el empleo estatal, donde La Cámpora incorpora militantes en todos los organismos. Nacionales, provinciales y municipales.

En las últimas décadas el partido gobernante ha banalizado todo lo que ha gestionado: han banalizado la pobreza, la política, la palabra, la justicia, el periodismo, la educación, la deserción escolar, la desocupación, la salud, la honorabilidad, la cultura, los derechos humanos, el idioma, la moneda, el sexo y ahora, -en la provincia de Buenos Aires- una funcionaria durante un acto oficial, le pidió a los jóvenes, -que tienen que emitir su primer voto en las PASO- “no escuchar radio ni mirar televisión”.

Lenin no diseñó el terror comunista solo. El mundo fue con él condescendiente y solidario. La intelectualidad mundial eligió mirar a otro lado, cosa que continuó con Stalin hasta que se los permitieron sus estómagos. Esto es de una lacerante vigencia mirando la tolerancia del mundo y de la política exterior de nuestro país a Cuba, Venezuela, Nicaragua o China.

En 1917 en Rusia, desde la revolución de Febrero hasta la de Octubre las fuerzas políticas que no eran bolcheviques (era una fuerza minoritaria) los dejaron avanzar, permitiéndoles medir hasta dónde eran capaces de tolerar sin oponer resistencia…

El Golpe de Estado bolchevique de Octubre de 1917, que duró hasta el final de 1991, se cayó porque se pudrió de adentro hacia afuera. Cuando las dictaduras comunistas se instalan sólo caen por su propia decadencia e inviabilidad.

Argentina vive momentos de enorme incertidumbre. La economía, el narcotráfico, la inseguridad, la pandemia, la justicia, la educación y la política -con palabras vacías de contenido y de esperanza- no nos brindan estabilidad o un pronóstico certero de nuestro futuro inmediato. Argentina es una cascarita de nuez en un océano de incertidumbres, vulnerable ante cualquier acción o sometimiento… que luego será difícil de revertir.

Nuestro tiempo nos ha enseñado a vivir y a producir con rapidez, sin contemplar la vida, sin pensamientos y sin reflexiones. Hace un siglo, el pensar era todavía indispensable a los hombres de estudio. Había ideas en los cerebros y en el ambiente… Hoy no se habla de lo que hay que hablar y nadie, en especial los jóvenes, tienen expectativas de futuro…

“Si quieres conocer el pasado, entonces mira tú presente que es el resultado. Si quieres conocer tú futuro mira tú presente que es la causa”. Siddhartha Gautamá (563 ac-483 ac)

Por; Ernesto Martinchuk

Por Ernesto Martinchuk, periodista.

Periodista.

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Por Ernesto Martinchuk, periodista.

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